Construida en 1855, la Corbeta Esmeralda fue durante años uno de los principales buques de la Armada de Chile. Fabricada en madera, con casco reforzado, desplazaba 882 toneladas y estaba equipada con 12 cañones, suficiente en su época para cumplir misiones de patrullaje y protección costera. Sin embargo, al llegar la Guerra del Pacífico en 1879, su tecnología y capacidad ya se veían superadas por los acorazados modernos. Aun así, sería esta nave, envejecida y modesta, la que pasaría a la historia con un acto de valor que marcaría para siempre la identidad naval chilena.
El 21 de mayo de 1879, la Esmeralda se encontraba bloqueando el puerto de Iquique junto a la goleta Covadonga, cuando apareció en el horizonte una poderosa escuadra peruana. Al frente venía el Huáscar, un moderno monitor acorazado, mucho más veloz, maniobrable y con armamento superior. A bordo de la Esmeralda, el capitán Arturo Prat Chacón comprendió de inmediato que el combate sería desigual… y probablemente fatal. Sin embargo, lejos de huir o rendirse, ordenó prepararse para enfrentar al enemigo. El combate comenzó con una diferencia abrumadora. Mientras el Huáscar disparaba sus cañones de grueso calibre y resistía sin mayor daño, la Esmeralda apenas podía responder con su artillería más liviana. Las balas silbaban sobre la cubierta de madera, los mástiles crujían, y el humo lo envolvía todo. A pesar de las bajas, la corbeta no se rendía.
Tras varias horas de combate, el comandante del Huáscar, Miguel Grau, decidió terminar la lucha espoloneando a la Esmeralda. Fue entonces cuando ocurrió uno de los actos más recordados de la historia naval chilena: al ver que el buque peruano se lanzaba contra ellos, Prat saltó con sable en mano a la cubierta enemiga, acompañado solo por un pequeño grupo de hombres. Allí, fue abatido. Pero su gesto de valentía se transformó en símbolo eterno de honor y entrega. La Esmeralda fue embestida y hundida poco después, junto a gran parte de su tripulación. Sin embargo, ese día, Chile ganó algo más que una batalla simbólica: ganó un héroe. Arturo Prat, su tripulación y su corbeta pasaron a representar la esencia del deber cumplido hasta el último aliento.
Rememorando otro 21 de mayo, comparto esta imagen restaurada como homenaje. No solo a un barco ni a un capitán, sino a todos quienes eligieron enfrentar el destino con coraje, sabiendo que la historia los juzgaría no por la victoria, sino por su entrega. La Esmeralda se fue al fondo del mar, pero su legado sigue ondeando como una bandera en el alma de Chile.
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